En la búsqueda de esta salud perfecta, debemos tener en cuenta este axioma: no tenemos que estar enfermos y débiles. Fuimos creados para ser saludables y fuertes como nuestro Creador. Es nuestro casi constante intento de evadir la Ley Divina (individualmente y como especie), que ha traído sobre el mundo todas estas cosas que son causa de que no tengamos una salud perfecta. Al contrario, una verdadera y duradera salud puede ser conocida sólo por los que siguen la Ley Divina. Todas las otras opciones son sólo temporales y conducen a una mayor degeneración y sufrimiento en el futuro.
“Pero”, dice usted, “vivimos en un mundo lleno de agentes que pueden enfermarnos. ¿De dónde vienen si no es de Dios?” La respuesta es – vienen de nosotros. Esto es, de nuestros intentos de evadir la Ley Divina. Estos tienen el poder de poner en movimiento las fuerzas que son capaces de crear tales entidades. Básicamente, todos estos agentes vienen de algún tipo de suciedad o estancamiento. La Peste Negra fue causada por un germen que vivía en una pulga, que vivía en una rata que vivía en la basura que dejada por los hombres de la Edad Media. Una vez que esta pulga fue limpiada la Peste Negra desapareció y muchas otras, de similares condiciones, fueron prevenidas.
Lo mismo es cierto en otras materias similares. ¿No viven y prosperan los mosquitos en las aguas estancadas? Remueva el estancamiento y los mosquitos, junto con las enfermedades que traen, desaparecerán. Encontramos que las moscas son una molestia, pero recuerde, ellas deben poner sus huevos sobre la materia en descomposición. Limpie y remueva esta materia y las moscas serán algo del pasado.
La respuesta final a todos los problemas de salud es limpiar la suciedad, ya sea del mundo físico, mental, emocional o espiritual. Los antiguos consideraban esta suerte de “limpieza” cuando acuñaron la frase, “la limpieza es tu religión”. Ser realmente limpio es obedecer la Ley Divina, y uno que hace esto finalmente llegará a tener poderes como Dios Mismo, aunque en un menor grado, por supuesto.
Cuando el creador nos puso sobre esta Tierra, también colocó alrededor nuestro todas las cosas que necesitábamos para nuestro crecimiento y desarrollo. No somos los únicos en esto; hizo exactamente lo mismo con todos los otros seres que creó. Así, cada ser en el mundo tenía alrededor suyo el sustento que necesitaba para su óptimo crecimiento y desarrollo. Esto fue hasta que el hombre, por diversas razones, decidió cambiar un poco las cosas a su alrededor, creyendo que podría mejorar los dones de Dios. De esta manera, los alimentos fueron cambiados para atender las necesidades del mercado, más que las del cuerpo y la mente. Los resultados de esta manipulación nos han traído al estado presente de la humanidad, donde los esfuerzos del hombre han creado un vasto número de enfermedades crónicas, para las cuales no tenemos cura satisfactoria.
Otra importante causa de enfermedad es la polución mental y emocional. A medida que el hombre comienza a desviarse más y más, en mente y alma, de la sencillez pura de la Ley Divina, se encuentra sumido en los pozos de alquitrán del sofisma y la especulación personal. El Supremo Gran Maestro Americano de la Fraternitas Rosæ Crucis, Paschal Beverly Randolph, acostumbraba a
hablar de estos individuos como “enredados en las redes del intelecto”. Es una muy buena descripción del estado caótico producido cuando intentamos explicar la vida sin una comprensión de la Ley Divina. A diferencia del hombre, Dios trabaja con fuerzas simples pero poderosas. Al hombre le gusta la complejidad, bajo la concepción errada que mientras más complejo es un mecanismo, más útil y poderoso debe ser. Dios sabe que, de verdad, lo opuesto es lo correcto. La simplicidad es poder.
Gerald E. Poesnecker, SGM.